viernes, 27 de diciembre de 2013

VIERNES DANDO LA NOTA: PUT A LITTLE LOVE IN YOUR HEART (ANNIE LENNOX & AL GREEN)

¿Hoy es viernes? Con los niños en casa y tanto festivo de por medio, tengo un cacao y un descontrol horario que no veas!
Venga, hoy os invito a poner un poquito de amor en vuestro corazón. Dice la wikipedia que Put a little love in your heart es una canción de 1968, obra de Jackie DeShannon (os dejo el enlace al tema original aquí, la verdad es que es muy bonita, naif y con un aire hippy característico de la época). 
Personalmente sólo conocía la versión de Annie Lennox y Al Green, que pertenece a la banda sonora de una peli navideña de los ochenta (que tengo ganas de volver a ver, por cierto) titulada Los fantasmas atacan al jefe.


La película en cuestión es una versión del clásico Cuento de Navidad de Dickens (ya sabéis, fulano antinavideño, avaro y materialista cascarrabias recibe la visita de los espíritus de las Navidades pasadas, presentes y futuras, en esta ocasión con Bill Murray haciendo del Sr. Scrooge).


Pon un poco de amor en tu corazón
Y el mundo será un lugar mejor para ti y para mí.  
 
¡A seguir disfrutando de las fiestas navideñas! :-)

martes, 24 de diciembre de 2013

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

Hoy es Nochebuena, y mañana Navidad. Os deseo a todos que disfrutéis esta noche con amor y alegría, y a acostarse tempranito para ver si Papá Noel dejó algo en el calcetín.


Y después de Withney y el Georgia Mass Choir, os dejo AQUÍ el enlace a la canción que cantaron mis niños el pasado domingo (con menos medios, menos gente, y más acento gallego, claro ;-)) ¡¡¡Un besazo navideño para todos!!!


viernes, 20 de diciembre de 2013

VIERNES DANDO LA NOTA: MI BURRITO SABANERO (JUANES)

En este último viernes antes de Navidad, último día de colegio del año, os invito a acompañar en su alegre viaje al Burrito Sabanero, que va camino de Belén. Si el Burrito no os convence, os diré que no viene solo, sino de la mano y la voz de mi queridísimo Juanes.
¡¡¡A disfrutar de las vacaciones!!!

P.S. La calidad del vídeo deja mucho que desear, pero no he encontrado otro mejor, ¡lo siento!




jueves, 19 de diciembre de 2013

LA MATERNIDAD DE LA A A LA Z: L DE LIFE COACH

No tengo Personal Trainer, ni Personal Shopper. Ni asistente ni estilista, ni Chef ni Relaciones Públicas, ni Abogado, ni Terapeuta, ni Guardaespaldas. Pero lo que sí tengo en casa es Life Coach. Y tres, a falta de uno.
Con edades comprendidas entre los dos y los siete años, mis Life Coaches ejercen a domicilio 24 horas al día, todos los días de la semana, sábados y domingos incluidos. Mis Life Coaches no me someten a largas sesiones inspiradoras para "asistirme a alinearme con el flujo de amor incondicional, alegría y abundancia del Universo", tampoco me machacan con charlas emotivas para que me "abra al flujo de posibilidades infinitas, con la intención de que manifieste mi propósito en la vida con gracia y facilidad, recibiendo y sintiendo todo el apoyo y las bendiciones del Universo." No. Ellos, simplemente con sus palabras y sus acciones, se encargan de mostrarme su modo de afrontar la vida, y me recuerdan que hubo un tiempo en el que era todo mucho más sencillo: un camino recto, llano, espacioso y lleno de luz, no como la intrincada senda de la vida adulta, repleta de curvas, cuestas, pendientes, bifurcaciones, atajos, rodeos y laberintos, con callejones oscuros y pasadizos estrechos. Y me hacen reflexionar y plantearme cuántos de aquellos rodeos han sido realmente necesarios, cuántas cuestas han venido por orgullo o cabezonería, y en cuántos laberintos he vagado por haber perdido el norte o por haber olvidado lo realmente importante. Mis Life Coaches me muestran su modo de transitar por este camino, y me desafían a enfrentar las distintas situaciones de la vida como lo harían ellos, plenamente y con sus cinco sentidos.

VISTA: Ver la vida como ellos, con ojos de niño, con inocencia y credulidad, con ilusión y confianza. Con ojos inquietos y ávidos por descubrir. Escrutar todo con curiosidad y entusiasmo, no en busca del fallo, el defecto y el error, sino disfrutando de la visión, atentos y receptivos por si en cualquier instante común surgiese algo extraordinario que lo tornase mágico. No con mirada de viejo resabiado y de vuelta de todo, desencantado y escéptico, incapaz de emocionarse y de dejarse sorprender. Mirar más allá de envoltorios y oropeles, más allá de apariencias y máscaras. Viendo con los ojos, pero percibiendo con el corazón.

OÍDO: Oír como un niño, con esa sordera selectiva que les hace ignorar aquello que no les interesa, y les dota, al mismo tiempo, de una potente parabólica capaz de captar conversaciones que no son de su incumbencia. Qué bien nos vendría para hacer oídos sordos cada vez que alguien se pone las vestiduras de "experto" y nos larga un discursito ex-cátedra para reprendernos/censurarnos/corregirnos/adoctrinarnos. Y por otro lado, qué bien nos vendría ese oído para fascinarnos con los sonidos más sencillos y hermosos, como el tarareo de una canción, un silbido despreocupado, el piar de un pajarillo, el traquetear rítmico de un tren, o el maullar de un minino (venga, o para mondarnos de risa con el sonido de un pedete o un eructo).

OLFATO: Oler como ellos (recién salidos del baño), a limpio, a puro, a Denenes y a burbujas, a sinceridad y transparencia. Y si en algún momento olemos a caca, no tener reparos en admitirlo y pedir ayuda -como lo hace un niño- y dejar que alguien nos eche una mano para librarnos de la mierda. Y percibir también los olores como lo hacen ellos: llenando los pulmones al máximo, disfrutando sin mesura de los agradables, y rechazando de plano y sin miramientos los que nos repelen. Sin tener que tragar el aire por compromiso, ni aguantar estoicamente la respiración porque lo hagan los demás, sino taparnos la nariz y vomitar en la misma cara de la fetidez, dejando bien clara nuestra repulsa.

GUSTO: Saborear como lo hace un niño. Disfrutando al máximo de lo que le gusta, chupándose los dedos y relamiendo el plato. No pasarse toda la vida a dieta, constreñidos por el qué pensarán los demás o qué dirán de mí, sino deleitarse sabia y sanamente en los manjares que la vida ofrece, sin obsesionarse por entrar en una talla en la que no cabemos, la talla que todo el mundo espera que usemos porque es la que se lleva, la que usa la mayoría, o la que promueven los gurús del momento. Apreciando las cosas sencillas, sin condimentos superfluos ni aditamentos excesivos, sin florituras ni adornos: la grandeza de un bocadillo de nocilla frente a un laborioso y complejo plato deconstruido, reconstruido, perfumado, sazonado, coloreado y reducido, de tamaño minúsculo, precio desorbitado y nombre imposible.

TACTO: Tocar la vida como el niño que come a manos llenas, sin preocuparse por las normas de urbanidad; que juega con la arena, la nieve o el barro sin estar pendiente de manchas, enfangándose hasta los codos; que se esfuerza por atrapar el mar en su mano, sin darse por vencido por mucho que el agua se le escurra entre los dedos. Vivir la vida a puñados, desterrando el "Eso no se toca", y palpando, acariciando y abrazando aquello que consideramos bueno y justo, aquello por lo que vale la pena luchar. Disfrutar la vida con ilusión y en plenitud, derrochando amor, generosidad y empatía, de tal modo que toquemos, al mismo tiempo, las vidas de todos aquellos que nos rodean.




 
Esto intentan enseñarme mis Life Coaches. Y aunque no puedo pretender que mi vida sea como la suya, pues no puedo desentenderme de mis responsabilidades como persona adulta y como madre, sí que muchas veces me ayudan a poner las cosas en la perspectiva correcta, a darles el valor que se merecen, o a quitarles la importancia que no tienen. Y es que, como dice el tópico, los hijos cambian la vida, y pienso que si les dejamos, nos ayudan a vivirla de una manera mejor.


lunes, 16 de diciembre de 2013

2 AÑOS, 8 MESES Y 7 DÍAS

SOBRE EL DESTETE DEL PEQUEÑO

Relataba el otro día mi funesta experiencia con una infecciónbacteriana/herpes/vetetúasaberqué que me tuvo la cara hecha un asquito (si queréis recordarlo, haced click aquí). Pues resulta que uno de los efectos colaterales fue el destete fortuito, inesperado, y casi inmediato del Peque. 

Os lo cuento: en mi primera visita a Urgencias me atendió una amable doctora, a la que comenté la circunstancia de que tenía un hijo al que le daba el pecho. "¡Pues tenemos un problema!", resopló, y antes de que los ojos se le cayesen de las órbitas añadí que tenía dos años (omitiendo el "y ocho meses"). Entonces respiró aliviada, y vino a decir algo así como "entonces ya no le hace falta", y lo redondeó con el típico chiste de "a este paso va a ir a la universidad y seguirá tomando pecho". Yo me encontraba tan mal que muy pocas ganas tenía de enzarzarme en un debate sobre lactancia prolongada, por lo que me limité a escuchar y asentir. La doctora me recetó un antiviral sistémico llamado Aciclovir, y me "prohibió" darle teta. Al llegar a casa de mi hermana, donde me esperaban los churumbeles, esperé a darle una última tetada antes de tomar el medicamento. Ya en casa, nos pusimos a ver -por enésima vez- la peli de Aviones, con la esperanza de que se quedase dormido sin el pecho. Pero qué va, nos dormimos todos en el sofá antes que él. Ya en cama, empezó a reclamar su habitual chupito nocturno. "No puedo, cariño", le dije, y al cabo de cinco minutos eternos, cinco minutos de "porfi, un poquito", de lágrimas diversas, suyas y mías, cinco minutos de mucho insistir él y mucho negarme yo, el Peque me dio la espalda y, enfurruñado, me espetó un "Jopé" y se dispuso a dormir. Me quedé un poco triste, con la sensación de haberle defraudado, y aquella noche, la primera sin dar pecho durante casi tres años, dormí bastante mal, en parte por el picor de la cara, y en parte por el disgusto del Peque. 

A la mañana siguiente, se me encendió la neurona, y consulté la compatibilidad de mi medicamento con la lactancia en la utilísima página del Servicio de Pediatría del Hospital "Marina Alta", de Alicante (si aún no la conocíais, os la recomiendo vivamente, podéis echarle un ojo aquí), y cuál sería mi sorpresa cuando leo "Aciclovir, Nivel de riesgo 0, Seguro, compatible: no riesgo lactancia-lactante". Hay que fastidiarse. ¿Por qué no habría mirado la página antes?
Pero consideré que habíamos llegado a un punto de no retorno. Hacía ya algún tiempo que la idea del destete rondaba por mi cabeza, aunque nunca lo habíamos intentado y ni siquiera sabía cómo hacerlo. Así que decidimos aprovechar la ocasión. Aquel día sólo pidió teta una vez de noche, y se la dí. Y aquella vez, aquella noche de sábado 9 de diciembre fue la última. 
El domingo no pidió nada por el día, y a la noche sólo una vez, y aceptó la negativa de buen grado, sin lágrimas ni protestas, sólo acurrucándose a mi lado. Desde entonces no ha vuelto a pedir "teto" (creo que lo intentó un par de veces, sin mucho convencimiento, en plan "a ver si cuela"), sino "colito" (que le coja en brazos, o le siente en las rodillas, o le abrace). Y así, sin más, ha sido el destete de mi pequeño, sin premeditación ni alevosía, sin traumas ni dramas, improvisado e inesperado, pero finalmente feliz. 

Han sido 2 años, 8 meses y 7 días de lactancia, y nunca ha sido una condena, sino una bendición. A pesar de algún que otro mordisquito, a pesar de alguna obstrucción mamaria y alguna perla de leche, han sido 982 días de lactancia feliz. Siento que se acaba una fase. He dado el pecho tanto tiempo, en tantos lugares, y en tantas circunstancias diferentes (en bodas y funerales, en el coche, en la iglesia, en el Corte Inglés, en el parque, en la playa, en casas propias y ajenas, en el cine, en restaurantes y cafeterías...) y ahora eso terminó. Ya no tengo un lactante en casa, ahora ya no me necesita como antes. Y ya no dispongo del valioso recurso de la teta, capaz de consolar la tristeza más honda y de mitigar el dolor más profundo de mi pequeño. Su lugar de calma y de refugio, donde ahogar penas y secar lágrimas, el complemento perfecto (a veces incluso sustituto) del paracetamol y el ibuprofeno. 
Ha dicho adiós a su tetita, y aunque ahora vuelve a ser mía, siento que me falta algo.

Una de las últimas fotos en la teta: Cena familiar en una Raxaría el día de San Juan

viernes, 13 de diciembre de 2013

VIERNES DANDO LA NOTA: WE WISH YOU A MERRY CHRISTMAS (ORION'S REIGN)

Otro viernes más seguimos echando mano del repertorio navideño. Hoy toca un clásico, el famoso "We wish you a merry Christmas". 
En esta ocasión lo interpreta Orion's Reign, un grupo originario de Grecia que yo no conocía y descubrí brujuleando por Youtube. A mí me ha gustado mucho esta versión, a ver qué os parece a vosotros.
¡Feliz Navidad! :-)





miércoles, 11 de diciembre de 2013

LA PERCEPCIÓN DE LA BELLEZA

SOBRE BELLEZA, FILTROS, Y UN FANTASMA DE LA ÓPERA


Ignoro si se han realizado estudios rigurosos al respecto, pero estoy segurísima de que los niños perciben la belleza física de las personas de manera muy distinta a los adultos. Creo que las imágenes que perciben sus ojos deben de pasar por varios filtros antes de ser procesadas por sus cerebros. 
El primero es el filtro de la inocencia, y es el que les permite ver las cosas sin prejuicios y sin estar condicionados por modas impuestas ni por cánones artificiales.
El segundo filtro es el de la sinceridad (¡aunque más bien deberíamos hablar de un no-filtro!). Indisolublemente ligado al anterior, es el que les lleva a expresar con claridad meridiana lo que opinan, más allá de protocolos y convenciones sociales, es el que les inmuniza contra lo que comúnmente se llama cortesía, buena educación o prudencia, y es el que propicia que suelten perlas que -en muchas ocasiones- nos meten a los padres (que no a ellos, que les tira de un pie) en situaciones embarazosas de tierratragamiento del tipo: "¿Tienes un bebé dentro?" (a una chica gordita), "¡Pinchas!" (a una mujer que acaba de darles un beso), "Me da miedo porque tiene la cara así" (a una anciana con manchas y arrugas).
El último filtro es el del corazón. Es el que les hace poseedores de un código de belleza particular, y el que les lleva a ver a sus seres queridos como los más guapos del mundo (lo mismo nos pasa a los adultos con nuestros niños, ¿no?)

Un claro ejemplo de esto lo viví en carne propia no hace muchos días: resulta que el pasado viernes empezó a hinchárseme la mitad de la cara, a picarme y a cubrirse de costras un tanto supurantes. Os ahorraré mis visitas a Urgencias y mi diagnóstico confuso, sólo diré que cada vez que me miraba al espejo y me veía tan asquerosamente monstruosa y deforme me entraban ganas de llorar (por mucho que Papi intentaba animarme y convencerme de lo contrario). Incluso temía que a mis hijos les diese miedo o repelús, y me lo dejasen clarito con alguna mueca de rechazo, o alguna frase lapidaria de asco. Pero nada más lejos de la realidad: los niños me miraban y me trataban exactamente igual que siempre. En una de estas, el Mediano iba a acariciarme y le detuve la mano (pues los médicos me habían advertido que era muy contagioso, y aún no había ido a comprar la campana de leprosa inmunda), diciéndole: "No me toques, que tengo la cara fea"; y el Mediano, con la espontaneidad y el encanto que le caracterizan, me replica: "No tienes la cara fea, mami, sólo tienes una pupa grande". Prometo que casi lloro al escucharlo. Y aún pasaron un par de días hasta que el Mayor me dijo: "Antes no, pero ahora sí que me da asco" (dí que sí, neniño).

Otro caso de percepción diferente lo constaté ya hace unos meses con el Mayor. Una compañera de clase se mudó y cambió de colegio, y en su lugar se incorporó otra niña muy guapa. El Mayor no tardó en observar la casualidad de que las dos niñas eran bastante parecidas físicamente: el mismo color de pelo, de piel, de ojos... "¿Y cuál te gusta más?", le pregunté (pregunta estúpida por mi parte, por cierto), convencida de que escogería a la niña nueva por ser claramente más mona. Y va y me contesta: "La otra niña, porque sonreía más". Ahí queda eso. Le daba igual la cara bonita, la melena perfecta, la estatura, el porte, el cuerpo, la ropa, el aspecto físico... era la sonrisa lo que le importaba, era la sonrisa lo que eclipsaba todo lo demás, era la sonrisa lo que la convertía en la más bella y la más guapa a los ojos de mi niño, aunque a ojos de los adultos no lo fuera tanto.

Y me pregunto en qué triste momento los niños se aborregan (alguno dirá maduran) y pasan por el aro de "lo único bello es lo que dicta la sociedad (a través de los todopoderosos mass media)". No lo sé, supongo que será un proceso gradual, más acentuado quizá en el caso de las niñas, a las que -penosamente- se les inculcan antes los conceptos de belleza y la necesidad imperiosa de ser guapas, delgadas y sexy. 

Recuerdo el caso de una niña preciosa, acomplejada por unos inexistentes kilos de más, que tenía como ídolo y referente de belleza a su hermana mayor, feúcha de narices, pero eso sí, esquelética a más no poder. Su entorno (muy pijos todos ellos, por cierto) las comparaba (qué puñetera manía, caramba) y ¿quién era la más guapa? pues la más delgada, claro. En estos parámetros de frivolidad nos movemos.

En fin, que de todos estos episodios (más o menos funestos) me quedo con tres cosas:
1. Mis hijos me verán guapa aunque me convierta en el Fantasma de la Ópera.
2. Tenemos que aprender a mirar con el corazón, como ellos hacen, más allá de las apariencias.
3. No debemos subestimar el poder de una sonrisa :-)

 
Y una más: a consecuencia de mi episodio vírico-infeccioso-bacteriano el Peque se ha destetado!!! Pero este es otro cuento, que ya contaremos en otro momento...

 

viernes, 6 de diciembre de 2013

VIERNES DANDO LA NOTA: IT'S CHRISTMAS TIME (STATUS QUO)

http://es.wikipedia.org/wiki/Status_Quo

¿Árbol de Navidad? Puesto.
¿Belén de Playmobil? Colocado.
¿Luces en las calles? Encendidas.
¿Calendarios de Adviento de chocolatinas? Milagrosamente consumidas cada una en su día.
¿Cartas al gordo de rojo y a los Reyes Magos? Escritas.
¿Regalos para los niños? Comprados.
¿Villancicos? Que no falten: It's Christmas time!




jueves, 5 de diciembre de 2013

LA MATERNIDAD DE LA A A LA Z: W DE WATERLOO

CONOCE A TU ENEMIGO


¿Qué es lo primero que se os viene a la cabeza al leer esta palabra? A mí, sin lugar a dudas, la canción de Abba. ¿Y lo segundo? Pues la famosa batalla ésa donde Napoleón las pasó moradas (disculpad mi poco rigor histórico, la Historia nunca se me ha dado bien). Así que hoy me vais a permitir que me ponga las pinturas de guerra y ponga la nota belicosa en nuestro particular diccionario maternal.
Somos muchas las que, en algún momento, hemos echado mano de la imagen de la maternidad como una batalla. Ser madres nos vuelve quizá más luchadoras, combativas o guerrilleiras de lo que éramos antes, y nuestro trajín diario se asemeja -en multitud de ocasiones- a una lucha con un sinfín de frentes abiertos: el económico, el laboral, el doméstico, el escolar, el familiar... Pero no quiero entrar en este tema, pues cada uno sabrá bien si en estos campos se enfrenta a escaramuzas sin importancia o a guerras encarnizadas y eternas. De lo que quiero hablar hoy es de identificar claramente a nuestros enemigos.
Me entristece mucho cuando oigo hablar a padres en términos de lucha permanente con sus hijos, como si en su hogar se viviera en un continuo y prolongado estado de sitio.
Un hijo visto como un enemigo ¿puede haber algo más triste? Y no me refiero a las "batallitas" normales con las que todos lidiamos del tipo "acábate ya el Colacao", "no te bajes el pantalón", "no te comas los mocos", o "a dormir que es tarde". 
Hablo de guerras que hacen daño, basadas en el autoritarismo paterno y que buscan la rendición y el sometimiento absolutos de los hijos. Hablo de niños que viven en un auténtico Régimen del Terror (pues recordemos que el maltrato no sólo es físico), niños criados en el "aquí se hace lo que yo mando, y punto", y en el  "mientras estés en mi casa harás lo que yo te diga". Hablo de padres que consideran a sus hijos el enemigo a batir, padres inmersos en la guerra de doblegar la voluntad de sus hijos a su antojo, padres, por ejemplo, que han creído y practican la (a mi juicio estúpida) máxima de "los castigos hay que mantenerlos siempre hasta el final, cueste lo que cueste" (¿dónde quedan el arrepentimiento y el perdón, el rectificar y las segundas oportunidades? Luego confundirán la firmeza con la venganza, la rectitud con la crueldad, y la coherencia con el rencor).  Hablo de padres que declaran la guerra a sus hijos nada más nacer, siguiendo ciegamente los preceptos del iluminado de turno que decretó que los bebés eran manipuladores maquiavélicos a los que es necesario atar en corto, no sea que se suban a la parra, y nos manejen a capricho. Padres que viven en conflicto permanente con los hijos, que adoptan por lema el "con nosotros no van a poder", lo que parece conferirles carta blanca para hacer cualquier cosa para "educar correctamente" (¿o era amaestrar?)  a su prole (a saber: dejarles llorar hasta que revientan, dejarles sentados -y sin moverse- horas delante del plato hasta que coman todo aunque se meen encima o vomiten, etc. etc.)
Por supuesto que cada uno educa a sus hijos como mejor sabe o puede, pero me niego a aceptar esto como una excusa válida para hacer sufrir a un niño, ni para convertir su infancia en una guerra infernal. Si uno no sabe, que pregunte o que se informe. Si uno no puede, que pida ayuda.
Los hijos nunca son enemigos. En una relación sana de padres-hijos no debería haber bandos, ni vencedores ni vencidos, ni opresores ni oprimidos. Y creo que no hace falta ser psicóloga infantil para decir esto, pues es de sentido común.

Claro que la maternidad es, muchas veces, una batalla, pero sin duda los enemigos son otros:
-las personas que comparan a tus hijos con otros niños (propios o ajenos), poniendo en tela de juicio tu capacidad como madre ("¿estaré haciendo algo mal?") y al mismo tiempo minando la autoestima de los pequeños ("¡¿Pero aún no sabe hablar/leer/caminar/ir al baño/atarse los cordones/sumar/restar/nadar/andar en bicicleta...?! Pues fulanito ¡dónde va que hace eso él sólo!).
-las personas que creen que tus hijos estarían mejor con ellos ("Pues conmigo come/duerme/se comporta de maravilla. Es que a ti no te respeta/no sabes tratarle/no le conoces/no le haces caso").
-las personas que se creen en posesión de la verdad absoluta, y desaprueban y critican tu modo de crianza por no ajustarse a los cánones que ellos consideran válidos ("¿Cómo le dejas hacer tanto ruido/ cómo no está quieto y callado/ cómo duerme en tu cama/ cómo aún le das teta...?")
-las personas de cierta edad que sólo saben decir con desdén "No sé como hacíamos los demás", y con prepotencia "En mis tiempos esto lo hacíamos así".

Estas personas y otras similares son el verdadero enemigo a batir en la batalla de la maternidad. Pueden ser familiares, amistades, conocidos o extraños. Contra estos hay que estar vigilantes y alerta, y según nos convenga, proceder a ignorarles y tocar retirada, o contraatacar a lo bestia y sacar la artillería pesada.


Y bueno, que no me resisto a acabar sin poner el vídeo de la canción!! Me encanta :-D