lunes, 23 de julio de 2012

GUÍA DE COMPRAS INÚTILES DE PADRES PRIMERIZOS (I): LA HABITACIÓN DEL BEBÉ


 DE CÓMO A VECES NOS CEGAMOS A LA HORA DE COMPRAR PARA NUESTROS PEQUES


Inmersos en el embarazo, la inminente llegada del primer hijo despierta todo tipo de emociones, expectativas y esperanzas; y en un plano más materialista, dispara de una forma bestial la fiebre del consumismo.
Nuestro primer embarazo coincidió con una época de cierta bonanza económica (dos sueldos, pocos gastos, algunos ahorrillos…), y con la ilusión (¿o la presión?) de que “al peque no puede faltarle de nada” allá nos embarcamos, ingenuos de nosotros, (por no decir pardillos) en la aventura de preparar la habitación del bebé.
En nuestro descargo diré que obramos movidos por la inexperiencia, y también por las malas influencias de algunas revistas de bebés, y el ejemplo de otros padres en teoría más experimentados que nosotros.
Todos coincidían en lo mismo: el bebé tiene que tener su propia habitación, equipada hasta el último detalle, claro. Con su cuna y su mini-cuna, con sus correspondientes (y coordinados) juegos de sábanas, mantas y chichoneras; su cambiador, su bañerita, su armario, su lamparita, su cuadro, su no sé qué y su no sé cuánto. Las tiendas de puericultura no ayudaban, sino todo lo contrario, te hacían ver la necesidad imperiosa de tal o cual accesorio (el percherito a juego, la pañalera de diseño, y el caballito de madera vintage…), y te convencían de lo indispensable –incluso vital- que era adquirir el termómetro digital para la bañera, el móvil para la cuna con luz y sonido, y el, por supuesto, fundamentalísimo vigila bebés con receptor de audio y cámara de vídeo integrada.
Como el dinerito no crece en los árboles, la mitad de estos necesarios objetos quedaron en el establecimiento; y como IKEA aún no había abierto en nuestra ciudad, acabamos comprando en Toys’r’us una cuna convertible en camita, con armario y cambiador a juego.
¡Craso error! En contadas ocasiones estos muebles, salvo el armario, se han utilizado para lo que se supone que sirven. De esto ya os hablaré detalladamente en otro momento.
Lo que quiero dejar hoy con vosotros es una recomendación: antes de lanzaros a equipar la habitación del bebé, usad la cabecita. No hagáis como nosotros, no os ceguéis, y no os dejéis influenciar.
Canalizad vuestra ilusión en otra cosa más útil.
Pensad y sopesad si realmente en esa habitación va a dormir el bebé, si de verdad lo vais a bañar ahí, y si pasará en ella la mayor parte del día. Quizá no os compense el gasto –y el esfuerzo- de preparar una habitación y equiparla como en los catálogos de las tiendas. Cuando el niño crezca y decida tener su propia habitación, quizá no le gusten las paredes pintadas de azul bebé, ni el dosel de la cama, ni la lámpara de ositos, ni los adornos infantiles.
Y habrá que decorarla de nuevo, esta vez a gusto del usuario. 

"Bienaventurado el que tiene talento y dinero, porque empleará bien este último"
Menandro

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