SOBRE EL OCASO DE LA BONDAD
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bueno.
(Del lat. bonus).
1. adj. Que tiene bondad
en su género.
2. adj. Útil y a propósito
para algo.
3. adj. Gustoso,
apetecible, agradable, divertido.
6. adj. irón. Dicho de una
persona: Simple, bonachona o chocante.
7. adj. Dicho de una cosa:
No deteriorada y que puede servir.
8. adj. Bastante,
suficiente.
bondad.
(Del lat. bonĭtas, -ātis).
1. f. Cualidad de bueno.
2. f. Natural
inclinación a hacer el bien.
3. f. Acción buena.
4. f. Blandura y
apacibilidad de genio.
5. f. Amabilidad de una
persona respecto a otra. U. como fórmula de
cortesía.
Hace poco dejamos atrás la Navidad, esa
época del año en la que muchos adultos sufren el “Síndrome de E.T.”, pues andan
repitiendo a todo cuanto niño (propio o ajeno) se cruza en su camino aquello de
“sed buenos” (otros lo llaman el “chantaje navideño”: si no eres bueno, no hay
regalos).
Pues bien, he de decir que ¡¡¡es mentira!!!
Me atrevo a afirmar que la mayoría de padres (al menos los que yo conozco y
veo), por mucho que lo digan y lo repitan, NO QUIEREN HIJOS BUENOS. Lo que
quieren son niños QUE SE PORTEN “BIEN” (que es una cosa muy distinta), es
decir, que entren por el aro de lo socialmente esperado y aceptado: que se coman
todo lo que les pongan delante, que no se muevan de la mesa, que se estén quietos
en la fila, que no interrumpan cuando hablan los mayores, que no hagan ruido,
que duerman solos y del tirón, que no rompan los libros ni los juguetes, que no
manchen la ropa, que dejen el pañal de inmediato, que sean autónomos lo antes
posible, que obedezcan sin rechistar, a los que se les pueda llevar a cualquier
parte de lo “bien educados” que están, y que destaquen en todas las actividades
académicas, deportivas y artísticas en las que les apunten. En resumen, hijos que
NO MOLESTEN A LOS PADRES y que LES DEJEN QUEDAR EN BUEN LUGAR (una especie de
niños-trofeo a los que poder exhibir).
Pero no les preocupa en absoluto que sus
hijos tengan bondad (primera acepción de la palabra), pues todo el mundo sabe
que, en nuestra sociedad, ser bueno significa directamente ser tonto (acepción
número seis). ¿Y alguien quiere que su niño sea tonto? ¡Ni mucho menos!
El mundo (menores de edad incluidos) se
divide en listos y tontos, espabilados y lentos, los que sólo van a lo suyo y
los que se preocupan por los demás, ganadores y perdedores, abusones y
abusados.
La vieja dicotomía bueno-malo ya no está de
moda, forma parte de ese pasado idílico que reflejan algunas películas, como
las de caballeros, vaqueros o espadachines, donde la distinción entre el bien y
el mal estaba clara, donde el honor y la lealtad lo eran todo, donde el valor
de una promesa o de la palabra dada era superior incluso a la ley.
¿Y ahora? Ahora todo el mundo se llena la
boca con las modernas estupideces de “todo es relativo”, “hay muchos grises”, y
“no todo es blanco o negro”, para así poder justificar a quien convenga cuando
interese. Ahora lo fácil, lo cómodo, lo que sale gratis, es hacer el mal, mentir,
engañar, incumplir, manipular, abusar y aprovecharse de los demás (siempre
procurando que no te pillen, claro). Porque nos creemos superiores a las leyes
divinas, hemos inventado nuestro propio código moral (“todo es bueno, siempre y
cuando me beneficie a mí”), y las leyes del estado, como es bien sabido, están
para burlarlas y trampearlas. Y esto es lo que muchos, consciente o
inconscientemente, enseñan a sus hijos. Y vaya si lo aprenden.
Miro a mi alrededor y cada vez veo más niños
con un pequeño, incipiente y preocupante grado de maldad (por supuesto que no
hablo de bebés ni niños chiquitines, qué van a saber ellos que pegar es malo, o
que no se debe escupir, o que está feo insultar a alguien). Hablo de niños a
partir de 4-5 años que insultan con la peor de las intenciones, que sueltan el
comentario ocurrente y gracioso para herir al débil y hacer reír a los demás, que
dejan de lado a otros y los marginan, que humillan y se burlan del resto, egoístas
e interesados a más no poder, que se aprovechan de quien sea para su propio
beneficio, que son incapaces de mostrar compasión, solidaridad o empatía por
alguien que está sufriendo, que hacen daño a propósito sin reparar ni por un
segundo en las consecuencias. Niños criados bajo las leyes del “¿Y qué?”, del
“Yo soy así” y del “A mí que me importan los demás”.
“Todos los niños son así”, dicen unos; “Es
que los niños son malos y muy crueles”, dicen otros; “Son cosas de niños, no
hay que tomarlas en cuenta”, dicen los demás. Y NO ES VERDAD.
Para empezar, no todos los niños son así.
Claro que hay niños buenos, que precisamente no tienen por qué ser los que “mejor
se portan” a ojos de los demás, ni los que más llaman la atención.
Tampoco los niños per se “son malos y crueles”, sino que son, en gran medida, como
les enseñan a ser (más con los ejemplos que con las palabras, claro).
Y no son “cosas de niños”, sin importancia,
sino “cosas de padres”, muy graves. Padres más preocupados por el rendimiento
escolar de sus hijos que por su enriquecimiento y su formación como personas. Padres
orgullosos de que sus hijos sean huraños y ariscos (“A ver si te crees que te
lo vas a ganar tan fácilmente, a mi hijo no le saca cualquiera una sonrisa,
menudo es él”), orgullosos de que sean respondones y agresivos (“Es que mi hijo
tiene un temperamento…”), maliciosos y manipuladores (“Pero qué listo es mi
niño”). Padres que confunden la desenvoltura con la mala educación, la
familiaridad con la cara dura, y la inteligencia con la maldad. Padres que consideran
la bondad una tontería, la amabilidad una artimaña (“Me ha dicho un piropo,
este niño me quiere pedir algo”), mostrar los sentimientos una debilidad (“Déjate
de besos y abrazos/déjate de llorar, que pareces un bebé”) y el buen carácter
una tara (“¿Y cómo no le pegaste tú también? ¿Es que eres tonto?”). Padres con
la política de no intervenir en los conflictos de sus niños (“Que espabile y lo
arreglen entre ellos”). Padres más interesados en saturar a sus hijos con
actividades extraescolares que en cultivar en el hogar un clima de amor,
respeto y confianza entre padres, hijos y hermanos (si los hubiera).
Entonces, qué esperar de unos padres y una
sociedad en la que se ensalzan los comportamientos negativos de un niño:
-“Fíjate en mi hijo” -gesto de orgullo- “Qué
espabilado y qué listo es, que cogió la pelota del otro niño, le empujó y le
dejó llorando. Es que tiene un carácter…, ja, ja.”
Qué esperar de unos padres y una sociedad
que considera “anormal” que un niño sea bueno:
-“Uuuuy” -mueca de preocupación- “Tu hijo es
demasiado bueno, lo va a pasar muy mal en la vida, tienes que espabilarlo, ¿eh?,
sino todos le van a mear en la cabeza.”
Algo va mal en la sociedad cuando ser
“demasiado bueno” se considera un defecto, mientras que ser un pequeño cabroncete (con perdón) es positivo,
sinónimo de inteligencia y muestra de carácter (claro, de un carácter nefasto e
indeseable, el día que te la haga a ti a ver si te parece tan admirable), algo
que se aplaude, se alienta y se fomenta. Porque así nadie se va a meter con mi
niño, así nadie va a poder con él, así se va a dar a respetar, así va a
triunfar en la vida (a costa de qué, eso no importa).
Luego nos tiramos de los pelos ante los
jóvenes y los adultos apáticos, insensibles, insolidarios, o directamente malas
personas, perversos, indeseables, canallas. Ahí sí que no les reímos las
gracias: “Qué espabilado y qué listo es, que vio al otro ahogándose en el río y
no se acercó por si se mojaba la ropa”, “Es que robó todo el dinero de la
empresa y dejó a veinte familias en la calle, ja, ja, es que tiene un
carácter…”
No sé los demás, pero yo, desde luego, quiero
que mis niños sean felices (como reza el nombre de este blog) y que sean, por
supuesto, niños (y el día de mañana hombres) buenos. De bondad, y de verdad.
Simplemente sin palabras. Todo lo que has escrito espero que sirva de ejemplo. Me ha encantado. Gracias!
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo! Me alegro de que te haya gustado. Estoy convencida de que los niños buenos contribuirán a hacer de este mundo un lugar mejor!
EliminarHola!
ResponderEliminarDisculpa que te moleste. Mi nombre es Yainire Elorza y soy redactora de www.losmaspequenosyseguridadvial.com y www.ninosyseguridadvial.com , dos webs de educación vial para niños de 3 a 5 años y de 6 a 11 años respectivamente, promovidas por el Instituto de Seguridad Vial de Fundación MAPFRE.
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Muchas verdades juntas... y todo para que nos demos cuenta de la clase de mundo que están construyendo algunas personas maleducando a sus hijos y a los pequeños de la familia :-(
ResponderEliminarCada vez hay menos buenas personas, pero como se suele decir en nuestra tierra "habelas hailas"!!! Y pienso que todas ellas dejan una huella maravillosa a su alrededor.
EliminarAsí que, a seguir siendo buenos! Un besito.
Me encanta. Ya empezaba a pensar que en mi casa éramos unos raros por celebrar la compasión, la solidaridad y el amor, y por condenar la codicia, la mala intención y demás.
ResponderEliminarMis nenes, el día que los tenga, estarán educados en la bondad. Aunque no está de más prevenirlos de que hay gente que no lo es.
Un beso
De eso, tristemente, ya se dan cuenta ellos solos!
ResponderEliminarBienvenida a este blog, esperamos seguir leyéndote. Un saludo :-)