DE LA TEORÍA DEL x3
Antes de que los puristas de la lengua o las matemáticas se me echen encima, aclaro que ya sé que el signo para indicar multiplicación es un aspa o un punto medio, y que se desaconseja la también utilizada letra equis porque puede crear confusión (esto lo explica profusamente la wikipedia aquí). Pero como madre he aprendido a obviar los consejos que no me convienen ni me interesan, así que para nuestro diccionario maternal usaré la letra equis como signo de multiplicar.
|
actividades.parabebes.com |
Las matemáticas de la maternidad darían para escribir un libro (o varios), pero en resumen viene a ser lo siguiente: Mamá y papá se suman, y se obtiene un hijo. A partir de aquí todo resta: menos tiempo, menos dinero, menos orden en casa, menos paciencia, menos glamour, menos yo (pero más nosotros :-) )...
¿Qué pasa si obtenemos más hijos? Pues que hay que echar mano (y de qué forma) de la tabla de multiplicar.
En mi casa la que más se usa es la del 3. Esto resulta evidente en cuestiones materiales como ropa o comida (porque no sólo de ropa heredada viven los hermanos pequeños), y para nosotros igual de importante es que se dé en el resto de aspectos menos tangibles, como disponibilidad/atención/dedicación/interés/monerías/cosquillas/besos/brazos/abrazos... todo debe ser x3.
Supongo que muchos habréis leído (y otros lo habréis experimentado) el extraño fenómeno del crecimiento inusitado y repentino del hermano mayor cuando llega uno pequeño. Por supuesto, dicho crecimiento no es real, sino que tiene lugar únicamente en el cerebro de los adultos. Así, nuestro niñito de apenas 2 años (o los que tenga) pasa, de la noche a la mañana, a convertirse en un niño mayor al que exigirle responsabilidades tales como cuidar a su hermano pequeño, ser ejemplo, y ayudar a los padres en casa. Y todas las atenciones pasan a ser patrimonio exclusivo del recién llegado bebé.
Estando embarazada de mi segundo hijo, os aseguro que he oído toda clase de historias para no dormir (y todas supermegaverídicas, claro) acerca de los terribles celos entre hermanos (ya sabéis, la gente siempre dispuesta a dar ánimos): que no les quite el ojo de encima, que conocían a uno que pegaba al bebé, que si otro le pellizcaba para hacerle llorar, otro que le tiraba de la cuna para que se partiera la crisma... y qué queréis que os diga, como madre de tres, hermana de tres, tía de otros tres, y observadora de la realidad circundante, considero que los tan cacareados celos entre hermanos tienen que ver más con la actitud de los adultos que con la de los niños. La famosa frasecita "se muere de celos" viene a enmascarar o justificar, la inmensa mayoría de las veces, el mal proceder de unos adultos que hacen favoritismos y distinciones. Y en otros casos, son los propios adultos los que sienten esos celos y pretenden "endosárselos" al niño. Los niños piden atención y demandan cariño, nada más y nada menos. Y pienso que si se les concede, si no se les niega porque "ahora hay que atender al bebé, y vosotros ya sois mayorcitos para andar sentándoos en el regazo de mamá, y no podéis estar en brazos de papá, ni con mimos y esas tonterías", pues esos inevitables y terribles celos no tienen por qué aflorar, y si lo hacen no tienen por qué manifestarse tan a lo bestia.
También se da el caso contrario, el de la adoración desmesurada al primer hijo (igualmente perniciosa). El primero resulta ser tal dechado de virtudes y tal cúmulo de perfecciones, que nada de lo que hagan los que vengan detrás podrá hacerle sombra. Seguro que aprendió a hablar antes, y a caminar antes, y a dejar el pañal antes, seguro que es el más obediente, y el más educado, el más simpático, el más inteligente, y el más espabilado. Y el más maduro, por supuesto. Creo que mucha gente no es consciente del daño que puede hacer cuando sólo presume de lo que hace uno de sus hijos:
"es que fulanito es tan listo, es que fulanito es tan guapo, es que
fulanito saca tan buenas notas, es que fulanito se porta tan bien... no
como su hermano menganito, que es malo y tonto" y luego el problema será de menganito, claro, porque es un envidioso y se muere de celos (por no entrar en el tema de las odiosas y dañinas comparaciones entre hermanos).
Todo esto viene a reforzar mi teoría del x3. Que al pequeño se le hace una docena de veces el avión con la cuchara (en nuestro caso, el triceratops va paseando en el tenedor y acaba en una cueva que resulta ser la boca de un tyrannosaurio), pues no pasa nada por hacérselo también alguna vez a los otros dos. Que al pequeño se le tira al aire y se le coge al vuelo, ¿cómo no va a gustarle a sus hermanos? Que se le hacen pedorretas en la barriga y se parte de risa, ¿no van a quererlo también los demás? Pareciera que sólo los hermanos pequeños están autorizados para ir al caballito, recibir masajes y ser objeto de variadas monerías. Y no es así. Caballito x3, masajes x3, monerías x3, pedorretas x3, besuqueos x3, lanzamientos aéreos x3, carantoñas x3.
Y lo mismo se aplica a las atenciones, los cumplidos y las buenas palabras. Que uno nos quiere hablar de cuando en los servicios del cole vieron una araña, pues se le dedica el mismo interés que cuando otro nos cuenta lo que aprendieron en Conocimiento del Medio. Que nos deshacemos en halagos a nuestro hijo mayor, pues qué menos que hacer lo mismo con sus hermanos. Que fardamos de las notazas del mediano en el facebook, pues seguro que sus hermanos también tienen cualidades que alabar. Todos merecen el mismo trato amoroso. Como el famoso lema de la Revolución francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
¿Sabéis cuáles son unas de las frases más repetidas en mi casa? "¡Me toca!", "¡Ahora a mí!", y "¡Yo también!". Las dicen sin insistencia, sin suplicar, sin enfadarse y sin exigir, sólo haciendo constar que ellos también quieren participar de la diversión, que ahora es su turno de disfrutar de los juegos, reclamando su legítima cuota de dedicación materna y paterna, con la confianza que da el saber que las atenciones de mamá y papá siempre intentan estar, en la medida de lo posible, multiplicadas x3.