DE CÓMO FUIMOS ACORTANDO DISTANCIAS
Antes de que naciera mi primer
hijo, tenía dos cosas clarísimas respecto a su crianza: la primera, que le
daría el pecho, y la segunda, que el nene dormiría en su propia habitación.
Estas convicciones estaban tan asumidas y arraigadas que me parecían
incuestionables, y habían sido ratificadas, además, por el ejemplo de una amiga
que hacía un año que había tenido un niño, y había procedido de esa manera.
Pero hete aquí que al nacer mi
bebé, aún en el hospital, me dí cuenta de que mis convicciones eran menos
férreas de lo que pensaba. Allí estaba mi muñequito, indefenso, metido en su
cunita de plástico transparente. Medio metro de ternura, y tres mil diez gramos
de adorabilidad. ¿Cómo no prendarse de él? ¿Cómo resistirse a cogerle en
brazos? Una cosita tan dulce, un bebé tan inocente, reclamando tan sólo lo
necesario para vivir, su leche, sus cuidados, sus mimos. Miradas tiernas.
Caricias y abrazos. Millones de besos. Tan frágil, tan hermoso.
¿Cómo vamos a dejarle solo en una
habitación? Aunque esté al lado de la nuestra, aunque tengamos un escuchabebés…
mejor tenerlo cerquita, por si acaso, para comprobar que respira mientras
duerme, para atenderlo mejor si llora, o si tiene hambre, o frío, o calor, o no
puede dormir…
Con lo mono que había quedado su
cuarto… pero bueno, ya lo usará más adelante, dentro de tres o cuatro meses,
cuando no sea tan chiquitín…
“Cariño, vas a tener que ir al Mundobebé. Necesitamos un moisés para
ponerlo junto a nuestra cama.” Dicho y hecho. Allá fue el recién estrenado
papi. No recuerdo que hubiera que insistirle demasiado, ni que hubiera ninguna
queja ni objeción por su parte. Supongo que aquellas pocas horas compartidas con
el bebé bastaron para convencerle a él también de que el sitio de nuestro hijo
era a nuestro lado, y no en una cuna, solo, en una habitación. Por muy bonita,
acondicionada y bien decorada que estuviera.
"Ahora que estás lejos de mí, no sabes cuánto te extraño."
(Anónimo)
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