DE CÓMO NOS PREOCUPAMOS POR LA NORMALIDAD
Durante mi primer embarazo pude
asistir a clases de Educación Maternal. Las impartía una encantadora matrona
llamada Eugenia, que como ella misma decía, con ese nombre estaba casi
predestinada a dedicarse al oficio de traer niños al mundo.
Allí nos enseñaron muchas cosas,
algunas de las que no tenía ni conocimiento (como los ejercicios de Kegel para
fortalecer el suelo pélvico), y otras que olvidé aplicar cuando fue necesario
(como respirar durante las contracciones de parto).
Lo mejor de las clases eran las
charlas que teníamos al final de cada sesión, cuando las futuras mamis
sometíamos al tercer grado a las “repetidoras”, acribillándolas con preguntas
sobre el parto (éste era, sin duda, el tema estrella) y todo lo demás.
En una de estas surgió la cuestión de
dormir con los hijos. “Es que si le hago caso a mi hija, aún estaría durmiendo
con nosotros”, vino a decir una madre veterana. “Uf, eso no se puede consentir.
Si los acostumbras, luego no hay quien los saque”, añadía otra. Y nosotras,
primerizas ignorantes, asentíamos a todo, procurando empaparnos de toda aquella
sabiduría maternal razonable, normal y lógica.
“Los niños tienen que dormir en
su cuna, y después en su propia cama”, proseguían, y todas asentíamos como un
rebaño de ovejas. Entonces Eugenia, que había estado observando y escuchando,
finalmente habló: “Vosotras dormís acompañadas y sois mayores, y os gusta ¿no?
Entonces ¿no es normal que un bebé o un niño quiera dormir con su madre y
su padre?” Las réplicas furibundas no se hicieron esperar: “¡¡¡No tiene nada
que ver!!! ¡¡¡Lo normal es dormir con el marido, y los niños a su habitación!!!”
Eugenia sonrió y no dijo nada más.
En aquel momento yo era una más
del rebaño de madres sometidas a los preceptos de la “normalidad”: lo “normal”
es dormir con otro adulto, lo “normal” es dormir con tu perro, lo “normal” es
dormir con tu gato, pero no con tu hijo. Hasta ahí podíamos llegar. Y me volví
a mi casa, muy contenta por todo lo que había aprendido, reafirmada en la
“normal” convicción de que mi retoño, en cuanto naciese, dormiría en la
habitación que con tanta ilusión, esmero y primor le habíamos preparado su papi
y yo.
"Sólo el amor nos deja ver las cosas normales de una forma extraordinaria"
(Anónimo)
Dos de las cosas que tuve claras desde que me quede embarazada fueron la lactancia materna a demanda y el colecho, con lo segundo me toco convencer alpapádejoan porque no estaba muy convencido, pero ahora es un gran defensor del colecho. Nos compramos una cuna en ikea que acoplamos a nuestra cama. La cuna de su habitación apenas la ha usado alguna vez para dormir la siesta, menos mal que es convertible y le servirá cuando él quiera.
ResponderEliminarUn saludo.