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Cocinar es, sin duda, todo un arte. En mi caso es como la pintura. Unas veces los platos me salen al óleo (por lo grasientos), y otras al carboncillo (por lo quemado); unas veces se acercan al Tenebrismo (no por el uso del claroscuro, sino por ser tan tenebrosos que resultan incomibles), y otras al Impresionismo (por la impresionante sorpresa de que hayan salido tan buenos).
Comprenderéis ahora por qué no me dedico a la pintura, y por qué se me da tan mal cocinar. Además, lo odio. ¡Y aún así lo hago! Cocina de supervivencia, lo llamo yo. Porque la maternidad me ha traído bajo el brazo la aborrecible y tediosa obligación de ser una cocinillas. Porque los niños no van al comedor, el chef macrobiótico se ha ido de vacaciones, y algo tienen que comer.
Por si esto fuera poco, en mi familia hay un nivel gastronómico-culinario muy elevado: gente provista de Thermomix, gofrera, fabricador de pan o máquina para hacer donnettes. Gente a la que no le tiembla el pulso a la hora de preparar un menú para diez adultos y media docena de niños. Gente capaz de lidiar con un asado en el horno, menestra, arroz, mejillones y vichyssoise en la vitro, patatas en la freidora y brochetas de pollo en la plancha, todo al mismo tiempo, y todo sin despeinarse, sin quemarse, y sin perder la compostura.
En medio de esta gente me muevo yo, experta en carbonizar champiñones y pegar lentejas, la única persona que conozco a la que se le hayan quemado unos huevos cocidos, que se estresa si tiene una sartén en el fuego, le entran sudores fríos si tiene dos, y taquicardias si le añadimos otra cacerola.
Para rematar la faena tenemos a las tres criaturas, que no podían ser de buen diente como su padre, no, tenían que salir los tres quisquillosos con la comida, y cada uno con lo suyo. Y es que no existe un plato que les guste a los tres (los gusanitos y los sugus no son alimentos), por lo que toca hacer tres o cuatro platos diferentes en cada comida. Si uno es de fabada, el otro de lentejas. Si uno de filete, el otro de macarrones. El de las albóndigas no prueba la pizza, y el de la sopa no quiere oír hablar de bistecs. Uno desayuna colacao, otro leche sola, uno galletas, y otro magdalenas. Uno le quita el atún a la ensaladilla, y otro deja las zanahorias. Y el otro, según tenga el día, comerá todo o no tocará nada.
Si es que ni al Burriquín se puede ir con ellos, pues SÓLO comen las patatas fritas (y con suerte la manzana troceada).
Y que nadie me venga con el rollo de "los has acostumbrado así". No, mamá, yo a los tres los "acostumbré" a lo mismo, pero resulta que cada uno tiene sus propios gustos y preferencias, gustos que, afortunadamente, van cambiando con el tiempo.
Y este es mi consuelo, la luz que me guía en la densa negritud de mi labor gastronómica, el refugio donde me cobijo a salvo de los embates violentos de la tempestad culinaria: la esperanza de que, en unos años, sus gustos cambiarán y se volverán más omnívoros, y los tres se sentarán a la mesa salivando, al grito de ¡ÑAM ÑAM!, deseando con ansia comer el único plato que ha tenido que preparar su santa madre con cariño.
Porque eso sí, cocino mal, con desgana y porque no me queda otra, pero cocino con mucho amor. Lástima que el amor no alimente.
En medio de esta gente me muevo yo, experta en carbonizar champiñones y pegar lentejas, la única persona que conozco a la que se le hayan quemado unos huevos cocidos, que se estresa si tiene una sartén en el fuego, le entran sudores fríos si tiene dos, y taquicardias si le añadimos otra cacerola.
Para rematar la faena tenemos a las tres criaturas, que no podían ser de buen diente como su padre, no, tenían que salir los tres quisquillosos con la comida, y cada uno con lo suyo. Y es que no existe un plato que les guste a los tres (los gusanitos y los sugus no son alimentos), por lo que toca hacer tres o cuatro platos diferentes en cada comida. Si uno es de fabada, el otro de lentejas. Si uno de filete, el otro de macarrones. El de las albóndigas no prueba la pizza, y el de la sopa no quiere oír hablar de bistecs. Uno desayuna colacao, otro leche sola, uno galletas, y otro magdalenas. Uno le quita el atún a la ensaladilla, y otro deja las zanahorias. Y el otro, según tenga el día, comerá todo o no tocará nada.
Si es que ni al Burriquín se puede ir con ellos, pues SÓLO comen las patatas fritas (y con suerte la manzana troceada).
Y que nadie me venga con el rollo de "los has acostumbrado así". No, mamá, yo a los tres los "acostumbré" a lo mismo, pero resulta que cada uno tiene sus propios gustos y preferencias, gustos que, afortunadamente, van cambiando con el tiempo.
Y este es mi consuelo, la luz que me guía en la densa negritud de mi labor gastronómica, el refugio donde me cobijo a salvo de los embates violentos de la tempestad culinaria: la esperanza de que, en unos años, sus gustos cambiarán y se volverán más omnívoros, y los tres se sentarán a la mesa salivando, al grito de ¡ÑAM ÑAM!, deseando con ansia comer el único plato que ha tenido que preparar su santa madre con cariño.
Porque eso sí, cocino mal, con desgana y porque no me queda otra, pero cocino con mucho amor. Lástima que el amor no alimente.
Al haber variedad en casa, lo has acostumbrado a poder elegir, si solo hubiera una opción, se la tendrían que comer si o si. Siempre que no sean alérgicos a nada. Estoy aplicando solo lógica.
ResponderEliminarTambién es muy difícil contentar a tres, pero siempre habrá un plato, al menos uno que te saldrá al menos regular tirando a bien. Pues ese lo bordas para el finde. Lo importante no es sólo comer si no que se disfrute de la comida y que estén los padres con los niños en la mesa pasando un buen rato y si la comida se quemó o no, es otra anécdota para hablar.
Algunas veces el tiempo es el que no nos permite hacer las cosas bien y queremos todo ya. Con tiempo, un día que estén todos fuera menos tú, seguro que sola te concentras y te sale un plato de rechupete. Pero siempre estamos con prisas. Besos cocinera!
Ja, ja, te prometo que he probado todo eso que me comentas. Y nada, si hago plato único tengo al menos a uno sin comer. Comprobadísimo! Pero bueno, últimamente con la tortilla parece (a veces) haber consenso general. Y que conste que hay platos que me salen bastante bien (milagro milagroso) pero ellos son así de "tiquismiquis", en casa y también en casa de los demás parientes (a mi madre este tema también le trae frita!, y mi suegra es capaz de hacer cinco platos distintos -y no exagero- para contentar a todos). Es lo que hay :-D
EliminarUn beso!
Isa!!! Me encantó tu Ñam Ñam!!! Pero che, qué castigo que encima cada cual coma lo suyo y a vos no te guste la cocina!!! Me hiciste descostillar de risa... las cosas que somos capaces de hacer por nuestros hijos!!! Nos cambian la vida con mayúsculas!!!
ResponderEliminarBesazo amiga... de Buenos Aires a Galicia!!!
Si te cuento que ayer hice lasaña (que salió bastante bien, por cierto) y el Mayor sólo comió la pasta, el Mediano sólo la carne del relleno, y el Pequeño más o menos de todo.
EliminarPor cierto que me encanta la expresión "descostillar de risa", me parece muy gráfica y buenísima :-D
Besazos :-)
Buf como te entiendo, el mio pequeño come triturado y hay alimentos que ni con cancioncitas ni con tv ni con nada los prueba es imposible. ... Animo que llegara el dia en que coman de todo! Besos
ResponderEliminarEstoy convencida de que sí, ya he comprobado que sus gustos van cambiando, por eso tampoco quiero crearles un trauma con la comida. Si no come el filete, bueno, pues come un plato de fabada y listo!
EliminarUn beso y ánimo tú también con los purés del pequeño! :-)
Hola preciosa!!
ResponderEliminarYo antes era igual que tú... mi querido exconyuge, jijijijiji, comida fuera prácticamente todos los días por lo que la "mua" se iba a casa de madre todos los días y sólo me tocaba hacer las cenas y te puedes imaginar las cenas de dos adultos jóvenes y sin niños, recién emancipados... pues la verdad es que dejaban bastante que desear, tanto tanto que en los primeros dos meses de convivencia engordamos como 5 kilos.
pero luego llegó maridín a mi vida y la cosa cambió vaya que sí cambió... Sólo te digo que se define así mismo como un "estómago agradecido". Me tocó ponerme las pilas pero bien y ahora soy como el as de oros en la cocina. No me gusta cocinar, no disfruto de la cocina, sólo comiendo. Pero me he resignado.
Cómprate la thermomix cielo que hablan de lujo de ella!!!
Un besooooooooooooooo!!!!!!!
Pues lo mío es peor, te prometo que después de cocinar se me quita totalmente el apetito, y hay veces que me tengo que obligar a comer.
EliminarLa thermomix la tiene mi cuñada (la que hizo esa alucinante mega-galleta en forma de paleta de pintor que ilustra este post -APROVECHO PARA HACER PUBLICIDAD GRATUITA DE SU PÁGINA DE REPOSTERÍA CREATIVA, MENTES DULCES) y sé que yo no le daría uso. Si tengo la olla a presión criando moho... :-D
P.S. Quiero un chef particular!
Besos!!!
Soy igual que tú. Mi primera receta- aun sin hijos- sigue llamándose "crujiente de ensaladilla" (hay que cocer la verdura el tiempo suficiente)
ResponderEliminarpero tenemos el ingrediente secreto, eso es cierto, con A.
besos!
Creo que tu "crujiente de ensaladilla" rivalizaría con mi "fabada con habas sin poner previamente en remojo" :-D Aunque te digo una cosa, si lo hacemos nosotros es una basura, si lo hace Adrià es Cocina de Autor! (hay que tocarse las narices!)
EliminarEl ingrediente secreto A que no falte nunca :-)
Un beso!
jajajaajja!!!
ResponderEliminarQué buena entrada!!! Y aunque yo soy todo lo contrario: adoro cocinar, te confieso que a veces mi imaginación se va de vacaciones y me quedo en blanco y sin ganas de preparar exquisiteces...
Además, teniendo el ingrediente base: AMOR, vamos bien servidas, aunque no alimente!!!
Un beso
Si a la mayoría de gente que conozco le encanta, y le relaja, y todo eso. Soy consciente de que el bicho raro soy yo :-D
EliminarAl menos la tortilla de patata la hace el Papi!!
Un besazo!!!
Pues yo desde que soy madre he caído en el temido sotacaballorey. Intento no complicarme, ser práctica ante todo!
ResponderEliminarMuy buena palabra. Besos!
Está claro!!! Complicaciones las mínimas!!! :-)
EliminarUn beso.
Yo antes era muy cocinillas e investigaba con platos nuevos con la thermomix, me encantaba hacer postres...pero reconozco q ya me ha aburrido eso de la cocina. Tener q pensar todos los días en la comida me mata y voy a lo fácil y sano sin complicarme demasiado la vida.
ResponderEliminarNo desesperes el ingrediente más importante a la hora de cocinar es el amor. Si tienes eso el resto esta chupao!!
Y sino al burriquin-burriquin!! Jaja
Besotes!!
Es que es un engorro... ¿por qué no les gustarán los bocadillos? Yo soy tan feliz con uno de chorizo, o de nocilla, o de bacon...
EliminarUn beso!! :-)
,o peor es que hay que todos los días... A mí me pasaba un poco como a ti y para no morir en el intento decidí dos cosas muy importantes que me están salvando la vida en la cocina:
ResponderEliminar1/ aprender recetas nuevas, diferentes a las que suelo hacer y sencillas. En internet hay todo un mundo de recetas.
2/ aplicar la consigna de mi madre: sólo cocino un plato y todos comen de lo mismo y sanseacabó. Al principio cuesta pero al tiempo acaban por comer y les gusta.
Eso sí, tengo suerte de que me sale rico a pesar de no gustarme.
Un beso!
Ja, ja, pues vente para mi casa!!! :-D
EliminarUn beso!
A mío me gusta cocinar y mis hijos son estómagos agradecidos totales, agujeros negros... así que estamos en las Antípodas en este tema, jajajajaja!!! pero me ha encantado leerte!!! Mucha paciencia cielo, llegará un día en que comerán de todo o se irán de casa... una de dos!!!!
ResponderEliminarUn besazooooo!!!
Ja. ja, es cierto, recuerdo tu fantástico post de "los estómagos como blackholes" :-D Yo estoy convencida de que sí, de que van a ir cambiando y acabaran por ser blackholes totales!!
EliminarBesos!!! :-)
Me ha encantado!!! Yo soy como tú, no me gusta cocinar, a mí lo que me gusta es comer. Solo hago 4 platos buenos, y el resto tiro de sitios de comida para llevar. Afortunadamente, cerca de casa tengo dos de comida casera que me salvan algún día de la semana siempre. Mi enano, de momento, no es tiquismiquis. Menos mal que se parece al padre y no a mí, que no comí como dios manda hasta los 14.
ResponderEliminarUn abrazo!
Ja, ja, pues te digo que si me garantizan que a partir de los 14 comen de todo, firmo ahora mismo donde sea!!!! :-D
EliminarMe alegro de que te haya gustado! Un beso :-)
Me he espotorrao!!!!!!!! así de claro te lo digo jajajajaj
ResponderEliminarY me solidarizo contigo...yo también he quemado unos huevos cocidos, y con suerte no quemé la cocina y es que es lo que tiene cocer huevos mientras se le da a la singueso con el teléfono pegao.
Besotes
¡A mí también se me pegaron por estar al teléfono con una amiga! Si es que la culpa fue de Telefónica, no nuestra :-D
Eliminar¡¡¡Me encanta que te hayas espotorrao, que es muy sano reírse de vez en cuando!!!
Un besazo :-)
Qué buen post María Isabel! Yo también soy un desastre en la cocina! y lo peor es que soy bien quisquillosa y exigente para comer, encontrar un restaurante que me guste es un dilema y le pongo peros a cualquier plato de comida, a menos que esté en Perú. Como tú, si cocino es porque no me queda otra... y no sabes como muero de envidia cuando conozco a alguien que se luce con sus platos. Ay, cómo me gustaría ser así!!!
ResponderEliminarUn abrazo de una cocinera inexperta :)
Diana
http://madresolohayuna.com/
Ja, ja, pues está claro que tenemos que montar un club con todas las mamis que aborrecen las labores culinarias, para consolarnos y reírnos de nuestros desastres gastronómicos!!!
EliminarUn besazo :-)
Madre mía, de leerte e imaginarte al fuego con tanta olla y tanta sartén me han entrado sudores fríos hasta a mí.
ResponderEliminarCada niño es un mundo y eso se nota sobre todo a la hora de comer. Suerte que en mi casa sé que triunfo con un plato de sopa o unos macarrones. A ver con qué paladar nos sale el Peque, aunque de momento parece que no dará quebraderos de cabeza en ese aspecto... aunque, ahora que lo pienso, el Mayor tampoco los daba y empezar el cole y decir "verduras, qué asco" fue todo uno...
Paciencia, que el amor también alimenta, pero de otra manera y con cariño, hasta las lentejas repegadas saben mejor ;-)
¡Besotes!
No te fíes del paladar de tu Peque, que mi Mayor antes comía los filetes de ternera poco hechos (que no los como ni yo) que le hacía la abuela, y ahora es ver algo de carne y huye despavorido, diciendo que es herbívoro, vegetariano, o que se va a vivir a la India.
EliminarDe las lentejas repegadas mejor no hablo :-D
Paciencia y amor, la mejor combinación, sin duda! Un besazo :-)
Jajaja, esperemos que pronto griten ñan. Yo en esetema no me puedo quejar, la verdad, los dos comen de todo, la peque, con 18 meses prueba CUALQUIER cosa comestible!!! Y a eso le sumo que sí me gusta cocinar....auqnue nunca tengo tiempo.
ResponderEliminarBesitos
Yo tengo la teoría de que cuanto más pequeños son, mejor comen. Al menos esa es mi experiencia! Se van haciendo mayores, y con 4-5 años ya empiezan a hacer ascos a algunos alimentos. Pero seguro, seguro, que algún día volverán a comer de todo (a los 14, como dijo En paro biológico) :-)
EliminarUn beso!