¿No es una monada? Mirad qué premio tan cuco me ha entregado la sin par Mukali. Se trata del Liebster Blog Award en versión Zen. Lo cierto es que tengo muchos más premios pendientes de agradecer, pero siguiendo el sistema LIFO (last in, first out) pues voy empezando por el último recibido.
Otro día, si tengo inspiración y ganas, seguiré con el resto.
Se supone que ahora tengo que compartir once cosas sobre mí misma, así que allá voy.
1. No entiendo muy bien esto de los premios blogueriles. Bueno, lo entiendo pero no lo comparto. Cuando empecé mi andadura en este mundo, encontraba blogs que avisaban que no recibían premios (en plan "no se admiten perros"), y en aquel momento no lo comprendía, y me parecía raro, raro. El tiempo fue transcurriendo, y llegaron mis primeros premios, y recuerdo que me hicieron muchísima ilusión. Pero luego algo pasó, vino una época en la que empezaron a entregarme premios personas que prácticamente no conocía de nada, con las que coincidía remotamente en algún carnaval y alguna vez me habían dejado un comentario perdido "de cortesía". Y la ilusión se transformó en una extraña sensación de "me premian por compromiso", dejando un regusto amargo. Porque no es lo mismo que te entregue un premio alguien que te lee, que te comenta con mayor o menor frecuencia, pero con cariño (porque eso se nota), que lo haga alguien que no te ha leído en la vida, que ha visto tu blog en la lista del carnaval, y como "tiene que" pasarle el premio a x número de blogs, pues "le toca" al tuyo. Y esto es lo que no comparto. El premiar por premiar, por seguir la cadena, porque hay que cubrir el cupo. Me encantan los premios de los blogs amigos, el resto los recogeré por educación, pero no con entusiasmo.
2. Me da repelús tocar la tortuga, y cada vez que me toca limpiar la tortuguera (cosa muuuy frecuente) me pongo guantes para sacarla.
3. Tengo los sentidos del olfato y el gusto peculiarmente desarrollados, y esto, lejos de ser algo positivo, en muchas ocasiones es una auténtica maldición. No soporto el olor de la fritada, ni de la cebolla ni del ajo en mis dedos (me pongo guantes de látex para manipularlos), ni de los estornudos. Tampoco soporto los olores cebollajo-pescadiles de la nevera (o el congelador) que acaban impregnándose en alimentos deliciosos como mantequilla, tartas, helados, flanes, o postres con nata o crema, confiriéndoles un sabor asqueroso e intragable.
4. Tengo muuuy poca paciencia. Y la poca que tengo la guardo para mis niños. Pero la timidez vence a la impaciencia, y con los extraños soy muy mansa (y abusan de mi buen carácter, como me dijeron una vez).
5. Mi nivel de tolerancia a la estupidez es cada vez menor. Y me pongo de los nervios con los personajes estúpidos de las televisión, sobre todo los que aparecen para darle comicidad al asunto. A mí no me hacen gracia, sino que me desesperan, de verdad que no puedo con ellos. Me gustaría poder cruzar la pantalla y tirarles un zapato.
6. Me encantan las series de la tele, y me encanta verlas de noche con el Papi, porque sola no me presta. Ahora mismo estamos viendo Breaking Bad, Spartacus, Glee y Vikingos.
7. Últimamente me ha dado por los sándwiches de mantequilla de cacahuete con mermelada de fresa. La culpa es de Walter White, el protagonista de la serie Breaking Bad, que los prepara y consume con frecuencia.
8. En mi móvil suena Stereo Hearts, de Gym Class Heroes y Adam Levine. Cada vez que suena mi teléfono tengo a tres infantes gritando "¡Te llaman!". Si la canción suena por la radio, ídem: "¡Te llaman!"
9. No soporto los bichos voladores. Especial aversión les tengo a las polillas, que ahora en verano tienen la fea costumbre de colarse en la ropa que saco del tendal. Me paralizan. Dame una araña patilarga y peluda, y no una polilla. Que sepáis que vuelvo a lavar la prenda en la que se posaron, por si acaso dejaron huevos, o algo, allí. Qué ascazo.
10. Estoy en contra de la llamada discriminación positiva (por muy positiva que le pongan, si es discriminación no puede ser buena) de las mujeres. Tampoco me gusta la ultracorrección política imperante que atañe al uso del llamado lenguaje no sexista. Me parece una tomadura de pelo, una falta de respeto, y un insulto. Como mujer, no me siento más apreciada ni valorada porque alguien diga ciudadanos y ciudadanas, españoles y españolas, o padres y madres. En eso quedan las políticas de apoyo a la mujer, en la duplicación inútil de sustantivos y adjetivos, y en NADA MÁS. Y situar a alguien por encima de los demás por el mero hecho de pertenecer a un colectivo tradicionalmente despreciado, sin valorar si lo merece o no... apaga y vámonos. Y en este país -tristemente- se da mucho esto: cantidad de artistas sobrevalorados y multipremiados por ser gays, o por ser mujeres que escriben poesía erótica en gallego, o por ser mujeres que se dedican a la política. Por ejemplo.