martes, 29 de enero de 2013

RECUERDOS Y RETRATOS

SOBRE RECUERDOS,  FOTOS Y FOTÓGRAFOS

Altfoto.com
Ocurrió esta mañana. El pequeño, con su pijama celeste de jirafas amarillas se sentó en el banco de la cocina, y a dos manos, se puso a comer un plátano. Con determinación, pero con cuidado; con ansia, pero con infinita dulzura. Entre mordisquito y mordisquito, alzaba sus preciosos ojos azules para mirarme, y luego seguía a lo suyo, comiendo, sentado en el banco, balanceando suavemente sus piernas. Un rayo de sol entraba por la ventana, iluminando su carita pequeña y sus rizos dorados. No sonreía, ni le hacía falta. Sabía de sobra que, en aquel preciso instante, era el niño comedor de plátanos más encantador, bello y adorable del mundo. En ese preciso instante, estaba de foto.

¿Y por qué no le hice una? Pues en primer lugar, porque mi experiencia me ha demostrado que cuando surge un momento mágico como este, intentar capturar toda su belleza es imposible (a no ser que se posea supervelocidad, o bien la capacidad de congelar el tiempo, pero no es mi caso). Entre que sales a buscar la cámara, la enciendes, compruebas que tiene batería,  y enfocas, el niño ya ha dejado el plátano en el suelo y se ha escondido debajo de la mesa, o se ha puesto a llorar porque ha dejado de verte, o te ha seguido y a la  vuelta tropiezas con él porque vas a toda prisa y no lo ves, o decide que mejor se va a aplastar los coches de Cars con la Motofeber. Y aquella imagen que tanto te había cautivado por su ternura, o espontaneidad, o lo que sea, se ha desvanecido.

Y en segundo lugar, porque -es la hora de la confesión- se me da bastante mal sacar fotos. Que conste que he mejorado mucho (ya casi no corto cabezas ni pies), y gracias al maravilloso invento de la cámara digital y su botoncito de borrar, puedo obtener veinte fotos de los niños medianamente decentes después de desechar sólo unas doscientas fotos desastrosas (aquí se mueve, aquí está borroso, aquí sale con los ojos cerrados, aquí sale con la boca abierta, aquí sale con los ojos rojos, aquí se mueve, aquí sale tu dedo, aquí se ve el cordón de la cámara, aquí le pusiste el flash y no le hacía falta, aquí se mueve, aquí no le pusiste el flash y no se ve nada, aquí sale tu padre al fondo durmiendo en el sofá, aquí sale un babero sucio, aquí sale tu madre con el mandil de cocinar puesto, aquí se ven los platos en el fregadero junto al Fairy de fondo (ésta es mi especialidad!), aquí se mueve…)

¡Y es que no es tan fácil hacer bien las fotos! Me río mucho cuando vamos al cumpleaños de algún niño, y veo a los padres, o tíos, o algún otro pariente cercano, con sus megacámaras de la leche, último modelo, el más caro, el que más llama la atención, con su súper réflex, un teleobjetivo del copón y una burrada de accesorios y de megapíxeles, disparando fotos a diestro y siniestro, a sus churumbeles y al resto de invitados. Y luego, pasados unos días, recibes aquellas fotos, y no puedes evitar pensar, “¡Arre concho! ¿Y para esto tanta cámara? ¡Si están mucho mejor las que hizo fulanita con su camarucha “cutre”! ¡Si están mucho mejor las que sacó menganito con su móvil!” Y me río porque algunos se piensan que por tener una gran cámara ya son grandes fotógrafos. Los niños ciertamente no ayudan demasiado (porque no paran de moverse), pero para esto, como para muchas otras cosas, hay que saber y valer.

Así que felicito desde aquí a todos aquellos que, sin hacer ostentación de grandes equipos fotográficos, son capaces de hacer buenas fotos a sus niños. ¡Enhorabuena! Y los demás, a aprender de ellos.

Y no me resisto a terminar sin añadir algo: si bien una foto puede ser algo realmente hermoso, un recuerdo no lo es menos. Por eso, aunque muchas veces no podamos conservar una imagen en papel o en un archivo, siempre podremos atesorarla en nuestra retina, nuestra mente, y nuestro corazón, un lugar de donde nunca podrá borrarse. 


P.S. Con respecto a los padres con complejo de paparazzi, que descuidan o se desentienden absolutamente de sus hijos por estar pendientes todo el tiempo de la cámara, hablaremos otro día. 

4 comentarios:

  1. Yo intento sacar fotos al menos una o dos veces por semana, sin obsesionarme. Si no sale pues no sale y espero. Pero al menos en un mes tengo que tener alguna foto de ese mes para recordar. Da igual qué esté haciendo. Lo importante es cuando se haga grande recordar esos pequeños momentos. Lo de la retina es la mejor foto que ningún fotografo puede sacar. En la retina está el flash del amor.

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  2. Cuánta razón!!! jejeje.... la verdad es que en mi caso soy de cámara cutre/móvil, y las hago desde el cariño, no para hacer ostentación de mis grandes cualidades (jejejeje...)
    Pero está claro que lo importante es conseguir que mis adorables sobrinos no se muevan mucho, y tras 20 intentos se puede conseguir un par de fotos muyyyyyyyyyy decentes :-)

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  3. Doy fe de que es cierto (lo de la cámara cutre/móvil, y también lo de hacer fotos decentes!) Si no fuera por los tíos, a ver quién haría fotos en las reuniones familiares! Biquiños!!!

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