Navidad. Época de consumismo. Tiempo de regalos. Hay niños que abren con delicadeza los envoltorios de los paquetes. Otros -la mayoría, supongo, ¿¿¿o es que son sólo los míos???- los rompen y los abren a lo bestia. Pero a todos se les ilumina la carita si el objeto regalado es lo que deseaban.
Ras, ras, se rasga el papel y se quita el lazo. ¿Qué es, qué es? Manitas ansiosas que lo descubren al fin. En los niños, ojos de sorpresa; en los padres, de contenida estupefacción. En los niños, gesto de asombro; en los padres, de muy contenido desagrado. En los niños, muestras de alegría; en los padres, de muy muy contenido disgusto. "Q-q-q-bonito", acierta a decir el progenitor, que aún no ha conseguido reaccionar, pensando dónde narices van a colocar esto, qué porras van a hacer con eso, o cómo demonios van a manejar aquello.
#5 Juguetes de volumen extremo: de la giga-mega-enormidad a la ingente multitud de piezas minúsculas.
Por un lado, el típico muñeco de peluche de tamaño XXL. Taaan adorable, taaaan suave, taaaan mullidito, taaan puñeteramente inmenso. Confieso que me encantaban... hasta que tuvimos que convivir con uno. Y el niño empecinado en tenerlo en la cama (ocupando prácticamente la mitad de ella, claro). Como si no fuese ya bastante complicado estirar las sábanas de la litera de arriba. Peeeero... lleva tanto tiempo en casa, y le tiene tanto cariño, y trae tantos recuerdos... que aquí sigue.
Y en el otro extremo, cómo no, los Lego (o piezas de Playmobil, o de Pinypon, o de Polly Pocket). Piececillas diminutas de plástico duro y aristas que a veces se clavan en los pies, otras veces son tragadas por la aspiradora, y otras, simplemente, desaparecen en el agujero negro que hay en casa (aquel por donde desapareció el siempre recordado y nunca suficientemente llorado mando del DVD - Que en paz descanse)). Peeeero... les gustan tanto, y son tan chulos, y están tan bien hechos, y estimulan la imaginación, y ejercitan la psicomotricidad fina, y fomentan no sé qué más... y aquí siguen (y no sólo eso, sino que cada vez hay más, y más, y les compran más, y nosotros compramos más...).
#4 Coleccionables.
Que los señores de Panini son muy listos, y cada año me sacan colecciones nuevas de Animales, o de National Geographic, o de Aviones, o de las Tortugas Ninja. Y el abuelo siempre con los bolsillos llenos repartiendo sobres. Y las tías que no se quedan atrás. Y lo peor es cuando no se limitan a coleccionar cromos, sino figuritas, muñequitos, coches de Cars, o dragones de la película de Dreamworks. Peeeero... son tan bonitos, y tan educativos (algunos cromos), y después de lo que ha costado conseguir todos (o casi todos) no vas a deshacerte de ellos, ¿no? Y por eso, claro, aquí siguen.
#3 Juguetes ruidosos.
Esto incluye toda clase de instrumentos musicales (desde el teclado de Winnie The Pooh hasta la trompeta verde de plástico, pasando por la armónica del chino) sin propósito didáctico ni musical, más que la mera contaminación acústica. Sin embargo, el mayor atentado a la integridad auditiva son esos coches (o aviones, o trenes, o similares) que parecen fabricados en el mismísimo Averno, que cuentan con toda suerte de luces con pitidos, sirenas, sonidos del motor, claxon y ruiditos varios, incluyendo canción estridente, repetitiva y machacona. Si encima tiene voces humanas, es el acabóse (Aún me estoy reponiendo de aquel juguetito con su soniquete "¡El parque de divertimiento es maravilloso cuando se ve desde lo alto!" "¡Vamos a resbalar!"), y si se estropea y le da por accionarse en plena noche, apaga y vámonos. Peeero... son tan divertidos, que aquí siguen (hasta que se acaban las pilas y ¡oh, qué pena! nunca me acuerdo de cambiárselas ;-) )
#2 Juguetes pringosos o D.A.P.G. (De Alto Poder Guarreante).
Al que inventó el blandiblú le debió quedar la cabeza descansada. Recuerdo que de pequeña me fascinaba verlo anunciado en la tele, pero no recuerdo que en casa lo tuviéramos. Se ve que mi madre era mucho más sensata que yo ("Y había menos vicio, y no andábamos malgastando el dinero en tonterías inútiles"; "Calla, mamá, calla, que la industria juguetera también tiene que vivir").
Pero los mocos verdes no son los únicos juguetes pringoasquerosos, y no tienen nada que hacer al lado de los juegos de hacer experimentos científicos (que la culpa es de quien se empeñó en hacerlos aún cuando en la caja pone clarísimamente que son para niños mucho mayores).
Por no hablar de los niños que se ponen perdidos con las acuarelas, las pinturas para dedos, los pegamentos, la plastilina, las manualidades en general y la tinta en particular. Peeeero... es tan divertido y tan beneficioso que hagan trabajos manuales (porque en el cole prácticamente sólo saben pegar gomets, dónde están aquellos tiempos de Pretecnología, aquellas labores de ganchillo y de punto de cruz, aquellos bonsáis de abalorios, aquellos maceteros de macramé, aquellas mecedoras con pinzas, aquellos espejos decorados, aquellas figuras pintadas con betún de judea y goma laca, aquellas maquetas con serrucho... bueno, me callo que me disperso, y a lo mejor los hacen más adelante, que el Mayor sólo va en 3º de Primaria), que cuando Mami tiene un buen día de mucho ánimo, mucha paciencia, y mucha tolerancia a la suciedad, saca pinceles, botes, plastilinas y lo que haga falta. Y aquí seguimos.
#1 Seres vivos.
En primer lugar, dejaré claro que no considero que los seres vivos sean juguetes, pues es evidentísimo que NO LO SON. Pero sí pueden ser un regalo. (Igual que los hijos). Recuerdo que mi cuñada, hace muchos años, se mostró inflexible ante el hecho de que mi hermana les regalase peces a los niños. "Nada de mascotas hasta que ellos sepan y quieran cuidarlos". Qué sabia fue. Regalarles animalitos a niños que no tienen edad para hacerse cargo de ellos es un marronazo en toda regla para sus padres, y esto incluye peces, tortugas, hamsters o granjas de hormigas. Peeeero... es tan beneficioso que tengan animales de compañía, hace que sean más responsables, fomenta su desarrollo, bla bla bla... y qué caray, que la tortuga que hay en casa la trajo Papi, que si no... no seguía aquí :-(
Pues eso, que la aversión que este tipo de regalos despierta en mí es directamente proporcional al amor que mis niños les profesan. Así que, si lees esto y has regalado algún juguete de estos a mis hijos, no te sientas mal. Al contrario, sabes que estarás entre sus parientes más queridos!!! ;-)
Y vosotros, ¿cuáles son los juguetes que más odiáis?