VESTIDOS Y VESTIDITOS
Cuando en mi tercer embarazo nos aseguraron (ecografía 3D mediante) que íbamos a tener una hija, mi instinto de niña mirando embelesada el catálogo de conjuntos de la Nancy afloró por completo. Me encantaba pasear por los pasillos rosas de ropita para niñas, cautivada por aquellos delicados vestiditos. Todo me resultaba precioso y encantador: tules y volantes, flores y brillos, lazos de raso y estampados primorosos... pero un instinto más fuerte (o mi sentido común, o mi legendaria habilidad para ponerme siempre en el peor de los casos) me refrenó de comprar prenda alguna (lo único que cayó fue una bolsa de paseo de color rosa, hábil trabajo de la vendedora de turno que me convenció de que aquella era la oportunidad de mi vida).
Así que cuando en la última ecografía un desagradable, seco y áspero individuo (rayano en lo impertinente) me soltó aquello de "ya sabes que es niño, ¿no? Y además es pequeño", experimenté una rara sensación, mezcla de pena y preocupación. Pena, porque alguna ilusión ya me había hecho con la nena, pero sobre todo preocupación por aquel "es pequeño" sin más explicaciones, dejándome acongojada hasta la visita al ginecólogo, quien vino a decir que todo estaba perfecto, y que el de las ecografías hubiera estado más guapo callado.
Pero volvamos al tema: la realidad varonil dio al traste con todos mis sueños de color de rosa, dejando paso a renovadas ilusiones de color azul.
Y me despedí de los vestiditos, aliviada al mismo tiempo por no tener que verme en futuras encrucijadas del tipo ¿zapatitos de charol o merceditas de terciopelo? ¿faldita de vuelos o shorts de pana? ¿pantalón vaquero o mini de punto? ¿leggins o vestido? ¿perlitas o brillantes? Con un varón, la pugna tiene lugar (al menos en mi caso) entre camisa o camiseta, pantalón o chándal. Y punto. Y es que, como nos dijeron en una ocasión, llevamos a los niños como leñadores (sí, y el hacha la guardan en la mochila del cole).
Pero de lo que no me he librado, y de lo que ningún padre puede desentenderse, es de cómo va a intentar vestir el interior de sus hijos (¡¡¡y no me refiero a los calzoncillos!!!)
Yo quiero que mis niños se vistan de bondad, y quiero que este atuendo lo lleven todos los días, que no lo reserven sólo para el domingo, para Navidad, o para cuando alguien les está observando. Quiero que estén vestidos de buenas intenciones, de empatía y de compasión, de generosidad y de franqueza, de inocencia y de honestidad.
No olvidemos que este tipo de ropa se hereda, pasando fundamentalmente de padres a hijos. Por eso no quiero que hereden rencores ni odios, preferencias ni favoritismos, superioridad hiriente o inferioridad enfermiza; no los quiero vestidos de viejas rencillas familiares perpetuadas de generación en generación, ni de prejuicios pretéritos y sin fundamento transmitidos per secula seculorum.
Tampoco quiero que anden vestidos de egoísmo ni de maldad, y mucho menos de represión o miedo.
Deseo que se vistan de libertad y confianza, de seguridad en sí mismos y de espontaneidad. De humildad sincera y tolerancia auténtica, de respeto y de fortaleza. Y por encima de todo, que estén vestidos de amor, de felicidad, de sentido común y de optimismo. Sin olvidar ese fondo de armario donde guarden alguna prenda que haga que les resbalen las opiniones de los demás, y algún que otro atuendo que les ayude a sacar los dientes cuando sea necesario.
Así es como me gustaría que fueran vestiditos mis niños. Estas son las mejores prendas que uno puede llevar, y las que abrigarán sus corazones y sus vidas el día de mañana.
Así que cuando en la última ecografía un desagradable, seco y áspero individuo (rayano en lo impertinente) me soltó aquello de "ya sabes que es niño, ¿no? Y además es pequeño", experimenté una rara sensación, mezcla de pena y preocupación. Pena, porque alguna ilusión ya me había hecho con la nena, pero sobre todo preocupación por aquel "es pequeño" sin más explicaciones, dejándome acongojada hasta la visita al ginecólogo, quien vino a decir que todo estaba perfecto, y que el de las ecografías hubiera estado más guapo callado.
Pero volvamos al tema: la realidad varonil dio al traste con todos mis sueños de color de rosa, dejando paso a renovadas ilusiones de color azul.
Y me despedí de los vestiditos, aliviada al mismo tiempo por no tener que verme en futuras encrucijadas del tipo ¿zapatitos de charol o merceditas de terciopelo? ¿faldita de vuelos o shorts de pana? ¿pantalón vaquero o mini de punto? ¿leggins o vestido? ¿perlitas o brillantes? Con un varón, la pugna tiene lugar (al menos en mi caso) entre camisa o camiseta, pantalón o chándal. Y punto. Y es que, como nos dijeron en una ocasión, llevamos a los niños como leñadores (sí, y el hacha la guardan en la mochila del cole).
Pero de lo que no me he librado, y de lo que ningún padre puede desentenderse, es de cómo va a intentar vestir el interior de sus hijos (¡¡¡y no me refiero a los calzoncillos!!!)
Yo quiero que mis niños se vistan de bondad, y quiero que este atuendo lo lleven todos los días, que no lo reserven sólo para el domingo, para Navidad, o para cuando alguien les está observando. Quiero que estén vestidos de buenas intenciones, de empatía y de compasión, de generosidad y de franqueza, de inocencia y de honestidad.
No olvidemos que este tipo de ropa se hereda, pasando fundamentalmente de padres a hijos. Por eso no quiero que hereden rencores ni odios, preferencias ni favoritismos, superioridad hiriente o inferioridad enfermiza; no los quiero vestidos de viejas rencillas familiares perpetuadas de generación en generación, ni de prejuicios pretéritos y sin fundamento transmitidos per secula seculorum.
Tampoco quiero que anden vestidos de egoísmo ni de maldad, y mucho menos de represión o miedo.
Deseo que se vistan de libertad y confianza, de seguridad en sí mismos y de espontaneidad. De humildad sincera y tolerancia auténtica, de respeto y de fortaleza. Y por encima de todo, que estén vestidos de amor, de felicidad, de sentido común y de optimismo. Sin olvidar ese fondo de armario donde guarden alguna prenda que haga que les resbalen las opiniones de los demás, y algún que otro atuendo que les ayude a sacar los dientes cuando sea necesario.
Así es como me gustaría que fueran vestiditos mis niños. Estas son las mejores prendas que uno puede llevar, y las que abrigarán sus corazones y sus vidas el día de mañana.
Ole ole, genial el giro!!!! Me ha encantado tu post, y seguramente aunque la niña no haya venido, estás encantada con tus chicos!!
ResponderEliminarUn beso
¡¡¡Y tanto que sí!!! No los cambio por nada :-D
EliminarMe alegro de que te haya gustado! Un besazo :-)
Un quiebre brutal, a mitad del texto. Yo siempre digo que las mejores galas son las que uno hace de su bondad. Y a mi sobrina (mi tercera hija, esa que compensa mi universo machomen, ;) ya sabes que me encanta), le digo siempre que si quiere vestir de princesa, que empiece por la actitud.
ResponderEliminarAsí que no puedo estar más de acuerdo contigo, y un olé por la reflexión.
Besos!!!!
Si es que ya lo dice el refranero, "aunque la mona se vista de seda..." De nada vale que vistan superideales de la muerte si por dentro están huecos o podridos! Buenísimo consejo para tu sobrina ;-)
EliminarMachomenes forever!!!
Besazo y mil gracias por tus palabras!
Genia reflexión y vuelta de tuerca! Me has descolocado gratamente, enhorabuena! Yo opino exactamente igual que tú, no cambiaría ni una coma en lo que has escrito. Si mucha más gente pensara así y educara así a sus hijos, no tendríamos los problemas con la gentuza que hay hoy en día en todos los ámbitos. Un besazo
ResponderEliminarMuchísimas gracias, guapa :-D
ResponderEliminarA mí me preocupa mucho este tema, porque creo que vivimos en un mundo de apariencias, y así nos va!!
Un besazo!! :-)
Precioso. Esa ROPA es la que más me gusta, la más cara y la más barata a la vez.....
ResponderEliminarEfectivamente!!
EliminarUn besazo, Paula :-)
María Isabel!! Me encanta el giro que ha dado la historia y la ropa que has decidido ponerle a tus hijos. Espero que mis nenas den con nenes tan bien vestidos como los tuyos... ;-)
ResponderEliminarJa, ja, oye, pues es cuestión de llegar a un acuerdo, como antaño, ¿de qué dote estamos hablando? ;-D
EliminarSeguro que tus nenas también andan primorosas :-)
Un beso!
María Isabel...
ResponderEliminarMe quito el sombrero, me pongo de pie, te aplaudo y te doy mi más sincera enhorabuena... ¡Pedazo de post!
Creo que para poder vestir "así" a nuestros hijos primero hemos de ir nosotros bien vestidos...
Genial de verdad. Me ha encantado... De lo mejorcito que he leído últimamente...
Un beso.
Gracias, Vero!!! Muchísimas gracias por tus palabras, comentarios así me animan muchísimo para seguir escribiendo. Un beso enooorme :-)
EliminarQué lindo María Isabel! Muy lindo! No me imaginaba que de esto iba a ir el tema y me gustó mucho. La verdad es que al ver el vestido de princesa me dieron un poco de escalofríos, los mismos que me dan cada vez que veo un comercial de la Barbie, pero luego, fui leyendo y leyendo y qué te puedo decir: el vestido que llevamos por dentro es mucho más importante. Nunca me he preocupado mucho por la vestimenta externa de mi niño (es decir, me encanta verlo lindo, pero tampoco me obsesiona el tema de la moda), porque al fin y al cabo va a terminar revolcándose en la tierra, y esa carita de felicidad al verlo todo sucio no la cambio por nada. Esa felicidad que se lleva por dentro :)
ResponderEliminarClaro que sí, la felicidad se lleva por dentro, y no en la ropa de última moda que le podamos poner :-)
EliminarMe alegro de que te haya gustado! Un beso :-)
Plas plas plas (aplauso) las mejores vestiduras las últimas,como se suele decir lo material caduca o se rompe lo que no se quebranta nunca son las intenciones y la personalidad. Besos
ResponderEliminarBien dicho!
EliminarUn beso :-)
Ayyyyy.... que te has olvidado de los zapatitos rosas tipo cuquitos!!! jejeje... Que conste que me acuerdo porque fui a cambiarlos...
ResponderEliminarY de leñadores nada!! eso lo dicen algunas personas envidiosas que ven a tus tres muñecos guapos y felices, cuando ellas no pueden decir lo mismo.
Eres una gran mami, y eso siempre lo tendrán presente, igual que los valores que como padres les estáis inculcando, que el día de mañana harán que sean buenas personas.
Muy bonito el post!! besitossss :-)
Ja,ja, los zapatitos los habías comprado tú en tu fiebre de tía compradora compulsiva de regalos para los sobris! :-D
EliminarGracias por tus palabras :-) Muchos besitos!
Sin duda son las mejores prendas que pueden llevar!!!!
ResponderEliminarBEsotes!
Yo también lo creo, desde luego :-)
EliminarUn beso!
Ay, llego muy tarde a comentar, sorry!!! Coincido con los comentarios precedentes, el post es BRUTAL!!! Da un bandazo a la mitad, y nos conquista totalmente con esa hermosa metáfora!! Al final el interior de las personas es lo único que cuenta, tengamos colilla o no ;)
ResponderEliminarUn abrazote!!!
Nunca es tarde, aquí todos los comentarios son bienvenidísimos :-D !!
EliminarLa verdad es que me alegro mucho de que haya gustado tanto, en una sociedad de apariencias como ésta, de vez en cuando viene bien que recordemos qué es lo verdaderamente importante!
Un beso, Vero :-)